Hay que joderse: la que parecía una absurdez innecesaria, la
serie que apuntaba a ser un truño, ha terminado siendo, con diferencia, de lo
mejor que ha hecho Marvel Studios en bastante tiempo. No voy a ser hipócrita:
pensaba que Echo iba a ser una basura infumable y que lo único que me
interesaba era ver de nuevo a Kingpin en manos de Vincent D’Onofrio, para
comprobar hasta dónde se habían cargado al personaje de Daredevil… y
bueno, me ha tocado tragarme mis palabras con patatas, porque lo cierto es que
esta nueva apuesta bajo el sello “Marvel Spotlight” ha comenzado con más que
buen pie. Así que me la envaino, y lo digo claro: me ha sorprendido —para
bien—.
Reconozco que en Hawkeye, Echo me pareció un tumor en
la serie. Ya de por sí era una producción floja, pero su aparición me resultó
lo más forzado del universo hasta ese momento (con permiso de la chica de What
If...). Pero aquí hay varios aciertos que me han hecho cambiar de opinión,
y por primera vez en mucho tiempo, en un producto del UCM, los fallos me
parecen anecdóticos frente a lo que sí funciona.
Para empezar, se agradece que hayan estrenado los cinco
episodios de golpe. Pensé que era una maniobra porque ni ellos mismos confiaban
en el producto, pero ahora me parece todo un acierto. El primer episodio
conecta directamente con el estilo narrativo que vimos en el Daredevil
de Netflix (y en menor medida con otras como Jessica Jones), y lo hace
con inteligencia, dedicando unos minutos para quienes no estén familiarizados
con esas series, pero devolviendo a los que sí las recordamos a ese tono oscuro
y callejero que tanto echábamos de menos.
Desde el primer momento, las secuencias de acción, el
montaje y la ambientación recuerdan a aquel universo Netflix alejado del humor
tontorrón que tanto ha lastrado otras producciones de Marvel en los últimos
años. Y ver a cierto personaje regresar en los primeros 15 minutos, junto al
mismísimo Diablo de la Cocina del Infierno, ya fue suficiente para engancharme
de lleno.
Lo interesante es que esta vez sí han logrado que Maya López
funcione como personaje. Le han dado un trasfondo coherente, un desarrollo
razonable y una historia que encaja con su origen, sin necesidad de meter
forzadamente discursos o panfletos. Sí, cumple con todos los ticks de inclusión
de la agenda 2030 —mujer, nativa americana, sorda, con pierna ortopédica—, pero
lo hace bien, con sentido, sin pretensiones y dejando espacio a que su historia
crezca de forma natural. Muy lejos del desfile de personajes que nos han
intentado colar a martillazos en otras producciones: la hija de Ant-Man, la
aprendiz de Ojo de Halcón, la Black Panther II, Riri Williams… Aquí hay una
construcción narrativa real.
La serie presenta dos tramas principales: por un lado,
continúa lo que dejó Hawkeye, con el regreso de Kingpin a lo grande,
dejando clara su influencia y poder en el mundo criminal; y por otro lado, nos
presenta el viaje personal de Maya López, integrando ambas líneas con fluidez y
buen ritmo. Además, los secundarios están bien utilizados, las interpretaciones
cumplen —con mención especial a D’Onofrio, que brilla como siempre—, y el tono
más adulto, con avisos de violencia explícita antes de cada episodio, aporta un
nivel que muchos fans estábamos pidiendo a gritos.
Mención especial merecen ciertos recursos narrativos que me
han encantado, como cuando nos hacen vivir situaciones desde el punto de vista
de Maya, con silencio absoluto en plena acción. Es un detalle potente que te
mete en su mundo. Y por fin cobra sentido el nombre de “Echo” (eco), no sé si
tiene o no relación directa con los cómics, pero aquí está muy bien hilado.
También destaco la intro de la serie, sobria, elegante, con
ese aire a las de Daredevil o Jessica Jones, incluso con cierto
regusto a las secuencias de apertura de James Bond: siluetas, sombras, una
melodía potente. Todo suma.
En definitiva, Echo me ha devuelto algo de fe en que
Marvel puede hacer buenas historias sin tirar de toneladas de CGI. Un producto
pequeño, pero bien armado, que me deja con ganas de más. Y sí, la escena
postcréditos del último capítulo apunta a grandes cosas, con Kingpin tomando un
nuevo rumbo dentro del UCM que promete calle, suciedad y, ojalá, villanos de
esos de los que nos gustan: nada de alienígenas con piedras, sino mafiosos,
matones y delincuencia pura. Estoy dentro.
No me flipo porque aún hay
momentos valle, y aunque Maya me convence, no termino de empatizar del todo con
ella. Pero oye, al que diga que este personaje no es representación,
empoderamiento e inclusión bien hecha, le falta un hervor.
Nota: 7 / 10
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