Crítica de Pacific Rim

Si cogemos una cazuela y en ella introducimos fragmentos de Evangelion y los animes de Mechas típicos japoneses, añadimos un poco de Power Rangers y aderezamos todo con unos salpicones de películas clásicas asiáticas como Gozdilla o personajes Sentai como Ultraman, la receta resultante sería sin duda Pacific Rim.
Puede ser que todos y cada uno de los nombres citados me encanten y por ello mi disposición a juzgar positivamente la última película de Guillermo Del Toro, pero la realidad es que me ha encantado, por fin alguien se ha atrevido a coger un género como esté y lo ha adaptado a la gran pantalla de una forma que respete a los originales en los que se basa y a la vez evoque atisbos de originalidad con un guión que intenta escapar un poco de los recursos típicos que esos productos, anteriormente citados, utilizan para sus tramas.
La película es un despliegue de efectos especiales muy conseguidos y es entretenimiento puro y duro, si bien no alcanza los tintes para ser catalogada como una de esas matamata palomitera a lo Gi Joe, le falta poco para ello, lo cual no es malo, pero tal cual está quedó perfecto. Así mismo la cinta de Guillermo Del Toro no se enzarza en un guión complejo ni te exprime el coco para que profundices en la complejidad que puedan tener los personajes, simplemente presenta una historia ya desde el primer minuto de metraje, introduciéndote muy acertadamente en el mundo donde se desarrolla la acción, y a partir de ahí se construye una trama sencilla, que no por ello de menor calidad, en la que lo importante es ver a unos espectaculares robots combatir contra unos no menos impactantes monstruos que llegan a nuestro mundo con el objetivo de destruirnos, vamos lo que siempre nos pasa a los humanos, que somos la golosina de todas las razas del Universo.
Guillermo Del Toro no se queda corto a la hora de homenajear en el filme a las maravillosas películas protagonizadas por señores como Godzilla o Gamera, a la par realiza deliciosos guiños que encantarán sin duda a los más otakus y freaks, con gags clásicos y continúas referencias al cine del género. Lo hace todo sin caer en las suculentas garras del remake o reboot al uso y sin recurrir a exigencias típicas de las productoras en torno a dejar cabos sueltos que propicien una segunda entrega, todo queda atado y bien atado.
Por otro lado, no dejo de ver una clara intención por parte del señor Del Toro por intentar dotar de alma a los robots y concretamente a uno, que lleva la voz cantante durante toda la película y que a mi humilde entender no es sino más que un homenaje a Mazinger Z. Es cierto que no llegas a encariñarte con la máquina, esa parte sentimental no está trabajada ni tampoco creo sinceramente que mereciera la pena explotarla, pero es un dato curioso dado que siempre se tiende a adoptar cierto apego por el robot pese a que este seá un montón de cables comandados por unos humanos que lo pilotan. No se quien comparaba cierta escena con otra que aparecía en Transformers y que dejaba mal parado a Optimus Prime… Dicha escena daba “pena” entonces por la personalidad del jefe de los Autobots, pero la daba por que era un ser vivo, no un robot al uso, cosa que no sucede en Pacific Rim y puede que por ahí, los más puritanos echen en falta ese toque sentimental.
Los efectos especiales son geniales, la verdad es que actualmente en este tipo de producciones es muy difícil encontrarse con malos efectos, sin embargo si hay algo que pueda tildarse de forma negativa en la película, es el hecho de que la mayoría (por no decir todas) de secuencias de combate entre robots y monstruos, se ubican en entornos oscuros, de noche, o tras las gotas de una intensa tormenta o bajo el mar. Ello no hace que sea peor, de hecho se ven muy bien todos los planos y todos los golpes, al contrario que en Transformers, hay secuencias muy bellas y logradas, pero ello no consigue evadir el olor a ese típico recurso cinematográfico de enmascaramiento de imágenes, pues no hace falta ser muy listo para saber que tal despliegue de efectos especiales y secuencias digitales, conlleva una serie de posibles errores o fallos que pueden dejar en bragas al efecto especial perseguido y que se subsanan simple y llanamente añadiendo a las mismas entornos oscuros o “manchados” con agua para que no canten demasiado según que tomas. OJO, esto no le resta calidad al film, pero si se echan en falta combates a plena luz del día, eso le daría tal vez mayor credibilidad.
En general se trata de una película arriesgada, una propuesta valiente que si bien podría haber dado mucho más, ha dejado alto el listón para posibles proyectos futuros en torno a esta idea. Sin duda el producto que presenta Del Toro se dirige a ese público friki, esos otakus, esos fans veteranos que añoran el clásico cine del género japonés “Kaiju eiga”, y en general a todos los que en su día jugábamos a los Power ranger en la escuela, porque al final, todos llevamos un niño dentro y todos queremos volver a aquellos tiempos en los que la crisis poco importaba, lo importante era salvar el mundo de Lord Zedd o combatir codo con codo con el gran Mazinger Z.
En resumidas cuentas, película muy buena, una cinta que pasará a ser un clásico de la ciencia ficción con los años. Muy simpática también la incursión de una pareja bastante habitual en este tipo de proyectos como son los científicos medio pirados, muy singulares, un par de frikis de proporciones épicas que al final siempre tienen la clave de todo, y sobre todo la incursión de los habituales del director pues no faltan ni Santiago Segura ni Ron Perlman. El primero como siempre hace un cameo estúpido, en la línea de sus trabajos habituales, por su parte el segundo protagoniza una peculiar subtrama sobre el contrabando y el mercado negro de cosillas un tanto especiales.
En definitiva, una gran película de acción, un homenaje claro y directo a las series Sentai, al anime de Mechas y el género clásico japonés “Kaiju eiga”, todo con unos diseños muy chulos de los robots y con una más que demostrada elegancia y respeto hacia las bases que sustentan toda la trama. Bravo señor Del Toro.

Nota: 8,5